La preocupación española por la anquilostomiasis, nos sitúa en los siglos XIX y XX, sobre todo en los ámbitos sobre todo minero, pero también agrario. Se identificaron los microorganismos o parásitos causantes de la anemia que sufrían los mineros.
Entre 1880 y 1883 se establecen los elementos les hacen conocer mejor a este parásito, como su transmisión, su diagnóstico, su tratamiento. Todo ello hacía posible combatir y evitar la enfermedad.
La realización de una encuesta a escala mundial en 1910, mostró la gravedad del problema en las zonas tropicales.
España permaneció bastante ajena a la enfermedad hasta el siglo XX, cuando se vió la necesidad de realizar campañas, como se hacía con otras enfermedades. Orientada sobre todo a los mineros, ya que el 25% de esta población ya estaba afectada cuando se empezaron a tomar medidas.
Esta campaña se basó en se basó en la realización de un mapa del padecimiento, obligatoriedad del examen de heces para todos los solicitantes del trabajo y todos los mineros sospechosos, saneamiento de las minas infectadas, instalación de letrinas, establecimiento del carnet sanitario para cada trabajador y consideración de esta como accidente de trabajo.
Más tarde se aplicaría también la educación sanitaria. Y como no eran efectivas las medidas, ya que había muchos mineros infectados, lo que se hizo fue designar a un Inspector sanitario que vigilara que estas medidas se llevaban a cabo.
Luego se empezaron a ver aumentados los casos de esta enfermedad en el campo, donde su prevalencia había sido menor, por lo que la preocupación también fue menor.
Tras la Guerra Civil ya se había logrado disminuir, por lo tanto ya no preocupaba y se produjo la reemergencia de esta enfermedad.
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